Aunque de acuerdo con versiones de algunos historiadores, el origen de las piñatas se encuentra a miles de kilómetros de distancia de México, específicamente, en la antigua China; la tradición de romper una piñata en las celebraciones de Navidad está profundamente arraigada en la cultura popular mexicana.
Según los estudios e investigaciones de la Fundación Casa de México en España, el viajero y mercader italiano Marco Polo descubrió que la costumbre de romper figuras de papel o cartón con regalos en su interior surgió para festejar el Año Nuevo en la antigua China. Aquellas primeras piñatas tenían forma de distintos animales.
Con el paso de los años, esa tradición llegó a Italia y luego a España; sin embargo, fue en México (entonces colonia de Nueva España) donde esta costumbre se adaptó para convertirse en símbolo de los festejos navideños y se fusionó con rituales de los pueblos originarios.
“Existen indicios de que en Mesoamérica había tradiciones similares. Los mayas acostumbraban romper recipientes de barro rellenos de cacao y los mexicas llenaban cazuelas de barro con tesoros y alhajas, las decoraban con plumas y listones y las rompían durante las festividades en honor al dios Huitzilopochtli”, indica la Fundación Casa de México en España.
Tras la Conquista, los misioneros católicos aprovecharon el simbolismo de las piñatas para impulsar el proceso de evangelización de las comunidades indígenas.
De acuerdo con el Gobierno de México, las piñatas tal y como las conocemos hasta la actualidad surgieron en lo que ahora es el municipio de Acolman de Nezahualcóyotl, ubicado en el noreste del Estado de México, aproximadamente en el Siglo XVI.
Fueron los frailes del exconvento de San Agustín quienes –durante las “misas de aguinaldo”, antecedente más antiguo de las tradicionales posadas– comenzaron a emplear las piñatas como instrumento para evangelizar los habitantes de aquella región.
Hasta la fecha, las piñatas son un símbolo de identidad para los pobladores del municipio mexiquense de Acolman de Nezahualcóyotl, el cual es considerado como la cuna de la piñata en México.
Aunque las piñatas tradicionales deben ser elaboradas a partir de una olla de barro cubierta con papel periódico y engrudo (un pegamento hecho a base de harina y agua), la modernidad y las exigencias del mercado han provocado que proliferen aquellas fabricadas únicamente con cartón modelado. La tradición marca que deben ser rellenadas con dulces, fruta de temporada (naranjas, limas, mandarinas, cacahuates, cañas, etcétera) y juguetes.
Como parte esencial del proceso de evangelización de los indígenas, las piñatas adquirieron un simbolismo estrechamente ligado a la Iglesia Católica: “la tradición de la piñata nos recuerda que la fe ciega y la voluntad vencen al pecado y nos hacen merecedores de las recompensas divinas”, enfatiza la Fundación Casa de México e España.
A lo largo de los años, la emblemática piñata con forma de estrella de siete puntas dio paso a innumerables figuras; desde animales hasta personajes de caricaturas, superhéroes y hasta políticos. Actualmente, las piñatas no solamente son sinónimo de Navidad en México sino que son un elemento indispensable en cualquier fiesta infantil.
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