Hasta ahora se sabe que el SARS-CoV-2 se transmite principalmente a través de partículas víricas que brotan cuando estornudamos, tosemos, hablamos o cantamos, por lo que una parte importante del escudo epidemiológico debería ser el silencio
Hablar podría representar un mecanismo importante de transmisión en espacios confinados, con mala ventilación y alta densidad de personas, como vagones del metro, camiones, elevadores o baños compartidos; también podría aumentar el riesgo de contagio en actividades que requieren gran acercamiento personal, como cortarse el cabello.
Investigadores del Instituto Nacional de Salud Pública hicieron una revisión a la bibliografía sobre el papel del habla en la transmisión de SARS-CoV- 2 e hicieron recomendaciones para espacios confinados. “Es un momento en el que se requieren acciones y respuestas sobre cómo podrían funcionar los espacios públicos y la convivencia con el SARS-CoV-2”, dijo Nancy López Olmedo, del Centro de Investigación en Salud Poblacional.
Hasta ahora se sabe que el SARS-CoV-2 se transmite principalmente a través de partículas víricas que brotan cuando estornudamos, tosemos, hablamos o cantamos, por lo que una parte importante del escudo epidemiológico debería ser el silencio, sin embargo esta herramienta de prevención no ha recibido suficiente atención.
Lo primero que se encontró en la literatura fue que el uso frecuente del transporte público se relaciona con mayor riesgo y posibilidades de presentar enfermedades respiratorias. Esto derivó en una recomendación recurrente:
Guardar silencio en el transporte público.
El siguiente paso era revisar el papel del habla y se encontró que se pueden emitir partículas en cantidad suficiente para transmitir enfermedades respiratorias.
Por ejemplo, un grupo de investigadores identificó que las personas emiten 108 gotículas al toser 20 veces o al contar del 1 al 100. Asimismo, la cantidad de fluidos recabados en mascarillas quirúrgicas fue de 22.9 mg al toser y de 18.7 mg al contar del 1 al 100. Al recabar los fluidos en bolsas de plástico obtuvieron 85 mg al toser y 79.4 mg al contar del 1 al 100, lo que implica que la mascarilla capturó 27 por ciento de las secreciones al toser y 24 por ciento al hablar.
Hablar es una actividad mucho más frecuente que toser. En promedio se dicen 16,000 palabras al día, equivalentes a 12.7 g de secreción o a toser 150 veces.
La posibilidad de transmisión por el habla es particularmente relevante, considerando la alta proporción de casos generados por personas asintomáticas. Se estima que hasta 86 por ciento de los casos de Covid-19 podría ser asintomático, y que 44 por ciento podría haber sido contagiado por una persona asintomática. Por definición, las personas asintomáticas o pre-sintomáticas tosen o estornudan con menor frecuencia que las sintomáticas, lo que sugiere que el habla podría desempeñar un papel importante en esos casos.
“Sugerimos que se promueva entre la población la recomendación de hablar lo estrictamente necesario en espacios confinados y donde no se pueda guardar sana distancia, aun si se utiliza mascarilla. Esta recomendación tiene buen balance riesgo-beneficio, ya que las personas solo tendrían que guardar silencio en espacios confinados”, señalaron los investigadores.
“Pensamos que valdría la pena que esto se diera a conocer más, ya que la propuesta no se trata de callar a la gente, sino que hay una serie de circunstancias donde el riesgo de contagio es muy elevado y guardar silencio durante unos minutos ayudaría a disminuir el riesgo”, explicó el doctor Tonatiuh Barrientos-Gutiérrez. No es una prohibición, sino hacer conciencia para disminuir el riesgo de contagio.
Sinergia con la CDMX
Esta evidencia de que guardar silencio puede reducir el riesgo de contagios ya ha sido compartida con el gobierno de la Ciudad de México, por lo que la información se llevó a la Red del Metro, donde existe la iniciativa de pedir a las personas que mientras viajan guarden silencio.
Con información de El Economista