Durante los últimos cinco años se ha registrado un incremento en el uso de Estimulantes de Tipo Anfetamínico (ETA) en México, principalmente cristal, cuya utilización en personas que ya tienen problemas con el consumo de sustancias se elevó alrededor de 245% entre 2017 y 2022.
Eso lo reflejan las estadísticas de personas que demandaron tratamiento por consumo de sustancias psicoactivas en los Centros de Atención Primaria en Adicciones (CAPA), los Centros de Integración Juvenil (CIJ) y los Centros No Gubernamentales.
Ante la ausencia de indicadores actualizados sobre el consumo de drogas en México pues solo se tienen los resultados de la Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco de 2016, las estadísticas sobre demanda de tratamiento por consumo de sustancias es un indicador que puede dar una idea de la prevalencia y el consumo problemático de drogas en el país.
Las cifras indican que el uso de ETA es la principal causa por la que, tanto hombres como mujeres, llegan a los centros de atención buscando ayuda por las consecuencias que padecen por su consumo.
Si se observan los gráficos en los que se representa las tendencias en la demanda de tratamiento por consumo de sustancias psicoactivas, llama la atención que los ETA son los que muestran un incremento marcadamente superior a los de otras sustancias. En 2017 representaron 14.5% de los casos y en 2021 fue 45.7% y en 2022 las cifras preliminares apuntan a alrededor de 50 por ciento.
En contraste, el consumo de alcohol se ha mantenido. En 2017 representaba 27.7% y en 2021 fue 23.56 por ciento.
Al revisar esos indicadores, llama la atención que en el caso de marihuana paso de 28.1% en 2017 a 12% en 2021.
En el caso de la demanda de atención por consumo de cocaína, tabaco, alucinógenos y opiáceos se mantiene constante por debajo de 10% en sus indicadores.
De acuerdo con la directora de Programas Nacionales de la Comisión Nacional contra las Adicciones y del Observatorio Mexicano de Salud Mental y Consumo de Drogas de la Secretaría de Salud, Nadia Robles Soto, el incremento en el uso de ETA se explica, entre otros factores, porque suelen ser más baratos y, al tratarse de droga de origen sintético, se produce de manera más rápida, además de que a las personas les ayuda a transitar por los síndromes de abstinencia.
A diferencia de la cocaína, que requiere de un cultivo, cosecha y preparación, el cristal requiere solo de precursores sintéticos, una ruta de síntesis para que se elabore y ponerlo en el mercado, además de que pueden ser más potente en sus efectos.
Se trata de un estimulante que puede generar alucinaciones y generalmente ocasiona que quienes los consumen dejen de comer o hidratarse o no duerman.
Eso es lo que va generando daños por la condición a la que se somete al cuerpo por privación de sueño y alimentación o hidratación”, destacó la funcionaria.
Lo grave es que los consumidores de ese tipo de sustancias pueden generar trastornos psiquiátricos como ansiedad, depresión y ante eso, incrementan su uso con la esperanza de querer aliviar esas situaciones.
Cada año, en toda la red de centros de atención a las adicciones del país, se reciben alrededor de 120,000 personas.
Robles Soto subraya que el cristal, al ser una droga ilícita, no existe ningún tipo de control de calidad en su elaboración, por lo que los consumidores no tienen idea de lo que se meten a su cuerpo.
Además, generalmente vienen “adulteradas”, ya sea con una sustancia inocua, como la sacarosa, o alguna otra que sea dañina.
En ese sentido Robles Soto comentó que aun en el caso de que sea más “pura” (concentración de sus principios activos) en su composición química, más dependencia ocasiona y por lo tanto con más frecuencia la van a consumir.
En los últimos años el uso de ETA como el cristal se ha ido incrementado a lo largo del territorio nacional. En 2013 se consumía principalmente en la península de Baja California, Sonora, Sinaloa, Durango y Nayarit y para 2021 prácticamente desde la frontera norte del país hasta Guanajuato y Michoacán aunque también en Oaxaca, Veracruz y Yucatán.
Por otra parte, la directora subrayó que, si bien el gobierno tiene la responsabilidad de generar políticas públicas para atacar el problema que representa el consumo de drogas, particularmente las ilícitas, mediante el despliegue de medidas de prevención y de servicios de salud mental, por ejemplo, para evitar que personas que padecen algún tipo de depresión o ansiedad puedan caer en el uso de este tipo de sustancias, ahora se enfatiza el abordaje del asunto como un problema de salud pública.
Eso, entre otras cosas, quiere decir que no se busca detener a las personas por consumir drogas, sino ofrecerles servicios.
Además, este tema implica corresponsabilidad de la sociedad en su conjunto.
Dijo que investigaciones rigurosas demuestran que uno de los factores que permiten el inicio de consumo de drogas en adolescentes es la falta de supervisión de sus padres, el desconocimiento de las actividades en que se involucran y que sus amistades consuman sustancias, además de que el uso de drogas sea tolerado dentro de la familia.
“Hay inconsistencia cuando un padre dice no quiero que te drogues, pero consume alcohol frente a sus hijos. Hemos visto que en la mayoría de los casos, cuando una persona pequeña comienza a experimentar con el alcohol, que es una puerta de entrada al uso de sustancias, generalmente es la familia la que se la da para que aprenda a tomar y ahí se está mandando un mensaje de que consumir sustancias es algo que está permitido”.
La funcionaria enfatizó que ningún servicio de salud va a poder entrar a las casas de las personas a establecer reglas de convivencia.
Asimismo, citó que hay estadísticas que señalan que cuando una persona comienza a consumir alguna sustancia en edades tempranas hay más probabilidad que genere dependencia.
Además, los adolescentes están expuestos a muchos elementos de presión social que pueden generar que caigan en el uso de este tipo de sustancias.
Por otra parte, la directora dijo que, si bien existe el derecho al libre desarrollo de la personalidad, lo cual ha sido utilizado como argumento para no prohibir el consumo de marihuana, por ejemplo, también existe el derecho a la salud.
En ese sentido recalcó que no hay que perder de vista el interés de una industria que está creciendo, que apela al derecho al desarrollo libre de la personalidad, para defender el libre desarrollo de sus empresas e intereses económicos, por encima del derecho a la salud que tienen las personas, particularmente niños y adolescentes, y cualquier regulación debe atender primero a eso, antes de a cualquier otro principio.
Con información de El Economista
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