Desde el inicio de la pandemia de Covid-19, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió acerca de los efectos de la infodemia; es decir, el incremento en la cantidad de información que surgiría sobre el tema, lo que daría pie a la desinformación y a los rumores.
“En la era de la información, este fenómeno se amplifica mediante las redes sociales, propagándose más lejos y más rápido, como un virus”, subrayó el organismo.
Por ello, en mayo del 2020, la Asamblea Mundial de la Salud aprobó la resolución WHA73.1 -Respuesta a la COVID-19- en la que llamó a los estados miembros a proporcionar a la población “información fiable y exhaustiva sobre la COVID-19 y las medidas adoptadas por las autoridades en respuesta a la pandemia, y adopten medidas para contrarrestar la información errónea y la desinformación, así como las actividades cibernéticas dañinas”.
En septiembre de 2020, en la declaración Gestión de la infodemia sobre la COVID-19: Promover comportamientos saludables y mitigar los daños derivados de la información incorrecta y falsa, hubo un nuevo llamado a los estados miembros a elaborar y aplicar planes de acción para gestionar la infodemia “promoviendo la difusión oportuna de información precisa basada en datos científicos y probatorios, dirigida a todas las comunidades, y en particular los grupos de alto riesgo; y previniendo y combatiendo la propagación de información errónea y falsa, siempre respetando la libertad de expresión”.
Pese a lo anterior, en México, la información oficial ha estado basada en los “otros datos”, en una realidad en la que: “No hay evidencia que sugiera que esto es una emergencia nacional”, “el usar cubrebocas tiene una pobre utilidad o incluso tiene una nula utilidad”; “hay que abrazarse, no pasa nada”; “no es algo terrible, fatal, ni siquiera es como la influenza”; “el escudo protector es la honestidad”; “detente enemigo, que el corazón de Jesús está conmigo”; “se ha podido domar la pandemia; y en donde “La fuerza del presidente es moral y no es una fuerza de contagio”.
La desinformación difundida en diversos momentos por el Gobierno federal ha causado confusión y ha puesto en riesgo a personas que han adoptado comportamientos irreflexivos y peligrosos; pero también ha generado desconfianza hacia el propio Estado y hacia la autoridades sanitarias.
El que tanto el secretario de Salud, Jorge Alcocer Varela, como el subsecretario Hugo López Gatell sean el hazmerreír en las redes sociales, es consecuencia de sus declaraciones ─y decisiones─ muy alejadas de lo que mucho ha pedido la OMS: información precisa, basada en datos científicos y probatorios. Y, en cambio, muy cercanas a la visión de un jefe que en forma por demás imprudente e irresponsable fue capaz de pararse en la mañanera, frente a reporteros y servidores públicos que lo acompañaban, sin tapabocas y afirmar “Sí, amanecí ronco… Me voy a hacer la prueba más tarde, pero yo creo que es gripe”; sin importarle el ejemplo que estaba dando a los miles de personas que día con día siguen la conferencia de prensa (su canal oficial en youtube tiene más de tres millones de suscriptores).
Así pues, ¡al carajo la gestión de la infodemia sobre COVID-19! Aquí lo que vale es lo que surge de la “inspiración” de López Obrador, como su “Decálogo para salir del coronavirus y enfrentar la nueva realidad”(junio de 2020), en el que instruye ─entre otras cosas─ a: acatar las disposiciones sanitarias “con independencia y criterio”; actuar con optimismo; dar la espalda al egoísmo; no dejarnos envolver por lo material; y eliminar actitudes racistas, clasistas, sexistas y discriminatorias.