
Las emociones son un reflejo de nuestros sentimientos que, de manera natural, se muestran con alegría o tristeza ante un suceso, una idea o un recuerdo que aparece de pronto o que nosotros traemos a la mente. Es muy frecuente que las emociones sean tan intensas que alteran nuestro estado de ánimo o, todo lo contrario, lo disminuyen. Las emociones tienen su sustento en lo fisiológico y cognitivo de la persona y dependen de la forma en que percibimos e interpretamos la realidad cotidiana.
Cuando queremos identificar cuántas emociones hay, podemos reducirlas a tres: amor, odio e indiferencia; aunque hay autores que hablan hasta de más de 100 emociones: miedo, tristeza, ira, felicidad, sorpresa, alegría, asco, vergüenza, amor, desprecio, culpa, admiración, confianza, serenidad y muchas otras más.
Las emociones tienen una función adaptativa y motivacional de nuestra conducta. Aparecen por alguna razón y tienen un propósito determinado, ya sea el vincularnos con el medio o sobrevivir ante él, de tal forma que las emociones pueden generar estados satisfactorios o desagradables.
Seguramente usted, en este largo tiempo de pandemia, ha sentido una amplia gama de emociones, las cuales han tenido una variedad de intensidad y duración, dependiendo de las situaciones que ha enfrentado. No se trata de ver como un error o debilidad la desregulación emocional, la tristeza o el temor que sentimos ante lo que actualmente sucede. Todo es una respuesta espontánea y natural.
Aprender a regular nuestras emociones requiere de ciertas capacidades que van más allá del deseo de calmarnos o no sentir algo. Implica entender y reconocer cómo nos sentimos, que son emociones pasajeras con una explicación no siempre objetiva y que nuestro cuerpo y pensamientos acompañan la alteración emocional.
Es común escuchar recomendaciones generales para autorregular las emociones y consisten en: no pensar en esas cosas, cuidar nuestro tiempo para dormir, hacer ejercicio, alimentarnos adecuadamente, realizar actividades placenteras, dejar de preocuparnos, practicar yoga y evitar las situaciones que nos estresan.
Sin embargo, no todas son efectivas, pues implican la capacidad para tomar decisiones, cambiar comportamientos y expresar necesidades propias. Por otra parte, la desregulación emocional también está ligada a la presencia de trastornos psicológicos, a comportamientos impulsivos, desadaptados y erráticos, por lo que el cambio de ellas no es casualidad. Debe haber razones motivadoras para iniciar mejores conductas con emociones equilibradas que no siempre están a nuestro alcance. Por ejemplo, hacemos uso de ciertas actitudes para contener las emociones, como son el tratar de suprimirlas o inhibirlas, evitar la experiencia estresante, rumiar la situación, preocuparnos por las consecuencias, controlar y distraer la atención que tenemos de ellas.
Algunos autores refieren que la mejor alternativa es la aceptación de nuestras reacciones emocionales, por mucho malestar que tengamos de ellas, y darles la debida importancia. No luchar ni resistirse, pues esta nueva actitud nos permite continuar y afrontar lo que estamos sintiendo.
Muy de moda está la técnica del mindfulness, que es muy adecuada en la observación consciente y plena de las emociones y tener la flexibilidad necesaria para adaptarse al entorno, activarnos conductualmente, revalorar nuestros juicios, tolerar el malestar y solucionar de manera asertiva los dilemas presentados. No siempre se gana peleando contra uno mismo.
* Psicólogo clínico (UAQ), coordinador de área en Salud Mental y Psicológica de IXAYANA y psicólogo clínico adscrito al Hospital General Regional del IMSS-Querétaro. Ver otras colaboraciones de Saber de-mente
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