Max Verstappen ganó en Catar tras una carrera caótica de estrategias y quedó a 12 puntos del líder Lando Norris
Max Verstappen no ganó solo una carrera: reconfiguró un campeonato entero. El neerlandés conquistó el Gran Premio de Catar con una lectura quirúrgica del caos, superando a Oscar Piastri y arrebatándole a Lando Norris la calma de un liderato que hoy se desmorona a solo 12 puntos de distancia. En un domingo dominado por la incertidumbre estratégica, el podio lo completó un invitado inesperado: Carlos Sainz, que supo navegar mejor que McLaren un guion que cambió desde la vuelta 7.
Porque en Lusail, todo giró alrededor de ese primer golpe de timón: el accidente entre Nico Hulkenberg y Pierre Gasly que activó el safety car muy temprano. McLaren decidió quedarse en pista, Red Bull y medio mundo entraron a boxes, y ahí empezó la fractura de una carrera que exigía intuición, cálculo y sangre fría. Verstappen la tuvo; Sainz también. McLaren, no.
La salida había sido un espejismo para los de Woking. Oscar Piastri conservó con solvencia la punta y Norris logró contener, por unos giros, el acecho de un Verstappen que venía desde la zona limpia. Pero el Red Bull tomó temperatura, mordió el asfalto catarí y, antes de que McLaren pudiera reaccionar, Max ya estaba dentro del margen que define quién persigue y quién respira.
El safety car revirtió los papeles: Piastri y Norris se quedaron en pista con neumáticos gastados; Verstappen y Sainz, con compuestos nuevos y libertad táctica. Lo que siguió fue un jaque continuo: Max acechando a 7.8 segundos, los McLaren tratando de abrir un hueco que nunca llegó y Alonso —a su manera— convirtiéndose en un tapón estratégico que condicionó toda la parte media.
Cuando Piastri paró en la vuelta 24 y Norris un giro después, ambos lograron volver por delante de Alonso, pero ya era tarde: Verstappen lideraba, Sainz era segundo, y McLaren había perdido el pulso de la carrera. Kimi Antonelli, que hasta entonces había sido uno de los protagonistas silenciosos, metió aún más presión al mantenerse por delante de Norris tras la segunda ronda de paradas.
A partir de la vuelta 33, la carrera ya era una persecución matemática. Verstappen gestionó, midió y esperó. McLaren trató de rescatar lo que pudiera: primero el podio, luego la dignidad. Piastri recortó, sí, pero nunca lo suficiente. Norris salvó un cuarto puesto tras el error de Antonelli en el final, pero su liderato en el Mundial quedó tocado. Las cifras lo dicen todo: 408 puntos para él, 396 para Verstappen y 392 para Piastri. El margen se hizo ceniza.
Sainz, por su parte, tejió una actuación impecable. Desde el cuarto lugar tras el safety car hasta un podio que premió su consistencia y la estrategia de Williams en una noche en la que la lectura táctica valía tanto como los caballos del motor.
Detrás, el caos también tuvo nombres: Russell sexto tras un inicio errático; Alonso, superviviente nato, terminó séptimo tras un trompo y un cierre sólido; Hadjar pinchó cuando peleaba por más; Antonelli cayó al quinto tras un final de neumáticos indigesto. En la zona media, Gabriel Bortoleto firmó un meritorio 13º y Franco Colapinto cerró en 14º.
La Fórmula 1 llega ahora a Abu Dabi con un escenario que parecía improbable hace un mes: tres pilotos separados por 16 puntos. Un campeonato abierto, una McLaren tensionada, un Verstappen que huele sangre y un desenlace que promete ser menos una carrera y más un juicio final.
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