lunes, 1 de diciembre de 2025

Flamengo alcanza su cuarta Libertadores y se convierte en el nuevo rey de copas

Por: REDACCIÓN • 29 de noviembre, 2025
flamengo
La noche limeña se volvió rojinegra. Flamengo conquistó este sábado la Copa Libertadores 2025 tras derrotar 0-1 a Palmeiras / Foto: Agencia EFE

Flamengo venció 0-1 a Palmeiras en Lima y conquistó su cuarta Copa Libertadores. El gol de Danilo coronó una campaña brillante y consolidó al Mengao como el club brasileño más laureado del torneo

La noche limeña se volvió rojinegra. Flamengo conquistó este sábado la Copa Libertadores 2025 tras derrotar 0-1 a Palmeiras y convertirse así en el primer club brasileño que alcanza cuatro títulos continentales. Un cabezazo de Danilo, preciso y tenso como el partido mismo, rompió el duelo a los 67 minutos y coronó una final jugada con los dientes apretados en el Estadio Monumental.

El triunfo estuvo lejos de ser un accidente. Para el Mengao, esta no fue una final más, sino el cierre de un ciclo que lo ha devuelto a la élite sudamericana. Cuatro finales en seis años lo explican: campeón en 2019 ante River en la misma Lima, campeón en 2022 en Guayaquil, y ahora campeón de nuevo frente a un viejo conocido, Palmeiras, que en 2021 lo dejó sin el título en Montevideo. La herida de aquella noche quedó, por fin, reparada.

Hay un eco histórico detrás de este Flamengo: la Libertadores de 1981, la que necesitó partido extra contra Cobreloa en Montevideo y que Zico decidió con dos goles. Este 2025 no tuvo la épica sudamericana clásica, pero sí la sensación de un equipo que sabe sufrir, que maduró su fútbol en el propio desgaste del rival.

El inicio, eso sí, fue otra cosa. Palmeiras buscó golpear desde el ritmo alto, aprovechando la profundidad de Vítor Roque y presionando el mediocampo rojinegro. Durante varios minutos pareció que al Fla le costaría asentarse, pero la pelota terminó inclinándose hacia la derecha, donde Varela y Carrascal ofrecieron una salida limpia y constante.

Con ese control, Flamengo comenzó a dominar la final desde la posesión y los duelos individuales. Bruno Henrique tuvo la primera ocasión clara con un derechazo elevado tras una jugada profunda de Varela. Acto seguido, Samuel Lino rozó el gol con un disparo potente que se marchó apenas desviado. El Mengao ya jugaba cerca del área del Verdao; solo faltaba la estocada.

Palmeiras reaccionó al sofocón con un tiro libre de Raphael Veiga que Rossi despejó con los puños, y más tarde un cabezazo de Vítor Roque que no encontró dirección tras botar en el piso. La final seguía abierta, tensa, de una de esas noches donde cada detalle pesa.

Bruno Henrique volvió a quedarse a centímetros del gol antes del descanso, pero Carlos Miguel lo anticipó en una jugada que mantuvo a Palmeiras dentro del partido.

El segundo tiempo mantuvo la misma narrativa: Flamengo intentando prolongar sus tramos de control y Palmeiras apelando a la potencia de Vítor Roque para generar peligro aislado. De Arrascaeta tuvo una ocasión clara que terminó en nada por un mal control, preludio de lo que vendría después.

A los 67 minutos, el fútbol premió al equipo que mejor había entendido la final. Danilo atacó un envío de tiro de esquina y conectó un cabezazo imparable que silenció a la afición de Palmeiras y desató la celebración rojinegra. La jugada fue limpia, directa, casi inevitable.

Palmeiras respondió de inmediato: López tuvo el empate en un remate cruzado que salió rozando el poste derecho de Rossi. Fue su última gran oportunidad antes de que Flamengo cerrara filas, consciente de que la historia estaba al alcance de la mano.

Ni el ingreso de Everton ni los intentos desesperados del Verdao cambiaron la narrativa. Palmeiras avanzó metros, buscó centros, remates, segundas jugadas, pero le faltó claridad y le sobró ansiedad. El último disparo de Vítor Roque, elevado, pareció el símbolo de una final que se les escapó sin encontrar nunca profundidad real.

El pitazo final confirmó lo que ya se intuía: Flamengo volvió a levantar la Libertadores y lo hizo con autoridad. No solo ganó un título; reclamó un lugar en la historia. Cuatro copas, un ciclo sostenido, un plantel que sabe sufrir y una identidad que volvió a florecer en el escenario más grande del continente.

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