La semana pasada fuimos testigos del enfrentamiento a golpes y jaloneos entre diputadas del PAN y Morena en el Congreso de la Ciudad de México, durante la discusión sobre la desaparición del Instituto de Transparencia, Acceso a la Información Pública, Protección de Datos Personales y Rendición de Cuentas de la Ciudad de México; en el mes de agosto, el senador y dirigente nacional del PRI Alejandro Moreno Cárdenas, se le fue a los golpes al también senador de Morena, Gerardo Fernández Noroña. Los altercados violentos en los congresos no son exclusivos de nuestro país, los ha habido, los hay y los habrá en todo el mundo. El punto es ¿por qué se dan?
Según el investigador de la Universidad Carlos III de Madrid, Eduardo González Calleja -en ¿Por qué la política es escenario de violencia?- la política es una herramienta para encauzar las pugnas en una sociedad mediante el uso mínimo posible de la fuerza, es decir que ésta busca excluir la violencia física, sustituyéndola por otras “formas de combate más ritualizadas”; entre ellas, refiere precisamente los debates parlamentarios.
Y dice que en estos, los participantes acatan ciertas “reglas de comportamiento”, en aras de que “sus seguidores no sobrepasen ciertos límites ni se salgan de ciertas normas legales que perjudicarían las aspiraciones políticas del colectivo en su conjunto”.
Sin embargo, advierte: “En la práctica no resulta tan sencillo disociar la violencia de toda acción política. Ésta fundamenta una gran parte de sus medios de intervención en la negociación y la persuasión, pero aparece también repleta de demostraciones de fuerza potencialmente violentas, como son las incitaciones, las presiones, las amenazas, los excesos verbales, las demostraciones masivas basadas en la intimidación por el número o las violencias subliminales”.
La autoridad del Estado y las organizaciones políticas y sociales, expone, se sostienen por el amago sobre el uso de la violencia física como último recurso agrega: “Todo grupo partidista que intente hacer creíbles sus demandas, recurrirá tarde o temprano a la violencia. El juego político nunca es completamente pacífico, y la violencia es una forma de gestión de los conflictos en torno al poder. Extrema, es cierto, pero no anormal”… Y eso es precisamente lo que vimos en los ejemplos citados.
Ahora bien, ¿cómo interpretar lo sucedido la semana pasada en el Congreso de Querétaro, en donde, primero, todos los diputados de Morena y sus aliados votaron en contra de la aprobación del paquete fiscal del próximo año, para posteriormente aprobarlo por UNANIMIDAD, a pesar de la instrucción de su dirigencia nacional de no votar a favor de los presupuestos en los estados gobernados por la oposición?
Teníamos tres alternativas, expresó el diputado Arturo Maximilano García, tras la votación: “APROBAR el presupuesto en los términos presentados originalmente por el Ejecutivo, RECHAZAR en definitiva el presupuesto y que el Ejecutivo acudiera a la reconducción presupuestal, es decir que ejerciera el gasto conforme al presupuesto de 2025, o una tercera, MODIFICAR un documento nuevo que incluyera una serie de modificaciones representativas de nuestros principios y de las prioridades que nos mandataron las y los queretanos en campaña primero y ahora en la calle. La responsabilidad legislativa exige construir acuerdos, corregir lo necesario y dotar al Estado de un marco presupuestal claro y legítimo”.
La violencia pudo estallar fácilmente el día de la sesión, afuera y adentro del Congreso; es más, era previsible que así sucediera debido a la exigencia a sus diputados, por parte del ala dura de Morena -apostada en el exterior- para que votaran en contra, y debido a que también había ahí grupos contrarios manifestándose. Pero no fue así.
¿Será que los legisladores de la 4T, o quien haya dado la orden de aprobar el presupuesto y de que los inconformes se contuvieran, entendieron que, como explica también Eduardo González Calleja en la publicación antes referida, “Como parte de una estrategia política de conquista o conservación del poder, la aplicación abusiva o indiscriminada de la violencia puede causar efectos contraproducentes”, tal y como pasó en el Congreso de la Ciudad de México, y que incluso generó el repudio por parte de la presidenta Claudia Sheinbaum?
Y es que, concluye el autor, “En no pocos casos, la violencia no ha favorecido, sino que ha deshecho las posibilidades de crecimiento y la capacidad reivindicativa de un movimiento político‑social, cuando la escalada de violencia provocada por un sector del mismo ha superado las cotas permitidas por el Estado y –lo que resulta más importante– por un sector significativo de la sociedad”… es decir, traducido a términos coloquiales, le “tantearon el agua a los camotes”. …
Ello, a pesar de que hay quienes dentro de la corriente morenista siguen calificando lo sucedido en Querétaro como una “traición” y que otros refirieran “sospechas” de que varios diputados de Morena habrían recibido “millones” por aprobar el paquete fiscal 2026 de la entidad.
Prevaleció pues el combate ritualizado, en beneficio de Querétaro.
De pronto todo cambió…
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