domingo, 26 de octubre de 2025

El rostro maquiavélico del liderazgo tóxico (parte dos)

El rostro maquiavélico del liderazgo tóxico (parte dos)

De acuerdo con un estudio reciente, tres de cada cuatro trabajadores y empleados consideran que su superior inmediato representa el factor más estresante de su jornada laboral. Si eres uno de ellos, tal vez tu jefe o jefa te parezca una persona irritante e inclusive tóxica.

Si sientes que él o ella forma parte de esta última categoría, responde la siguiente pregunta: ¿cuántas de las frases que se te presentan a continuación describen comportamientos que has observado en la persona en la que estás pensando? A) hace comentarios sarcásticos; b) quienes somos sus colaboradores nos sentimos humillados por él o ella; c) vigila nuestros comportamientos; d) nos critica en público; e) desconfía de aquello que le decimos; f) invade nuestro espacio emocional y físico; g) se inmiscuye en lo que hacemos o dejamos de hacer; h) recurre a su autoridad para reprendernos o castigarnos; i) enfatiza los errores y no los aciertos; j) se dirige hacia nosotros en forma pasivo-agresiva; k) no acepta la retroalimentación si esta no le favorece, y l) pareciera no darse cuenta de que lastima y daña a aquellos a su alrededor.

Si bien nadie está exento de incurrir ocasionalmente en alguno de los comportamientos anteriores, los expertos afirman que estos conforman las conductas típicas de un líder tóxico. Entre más de estas podamos observar, más elevado será su grado de toxicidad, según establece una guía elaborada por los editores de la revista “Harvard Business Review” (“HBR guide to navigating the toxic workplace”, 2024).

Un rasgo distintivo del liderazgo tóxico es el abuso de poder, derivado de una obsesión enfermiza por el control, por lo que los altos mandos exigirán lealtad incondicional y la sumisión irrestricta por parte de sus subalternos. Tampoco dudarán en apartarse de las normas establecidas si ello supone satisfacer sus mezquinos propósitos.

Susan Hetrick, una consultora de negocios, precisa en su libro “Toxic organizational cultures and leadership” (2023) que los líderes tóxicos son capaces de rebasar los terrenos de la ética con tal de llevar a cabo sus planes. En lo personal, aún conservo en la memoria la reacción de uno de mis superiores cuando le hice ver que ciertas acciones que se proponía realizar me parecían cuestionables por razones éticas. Perplejo, se detuvo y, viéndome fijamente, me preguntó: “¿Razones éticas? No te entiendo Raúl, ¿de qué hablas?”.

Divide y vencerás. Si existiera un lema emblemático del líder pernicioso, sin duda sería “divide y vencerás”, pues la frase refleja a la perfección el caos que él o ella se precia de crear. Los líderes tóxicos, apunta Hetrick, mantienen divididos a sus colaboradores para mover a discreción los hilos del poder. Conversando en una ocasión con el director general de una organización, este me confesó sin ambages: “Mira, es muy simple: sin que se den cuenta, yo amarro navajas entre mis directores de área, lo cual me permite llegar ante ellos y decirles: ‘Como ustedes son incapaces de ponerse de acuerdo, me obligan a que sea yo quien tome aquí las decisiones’”.

Teresa A. Daniel pone en evidencia el proceder de los líderes tóxicos en su libro “Toxic leaders and tough bosses” (2024) por medio de dos preguntas. Si la respuesta a ambas es positiva, la toxicidad del superior jerárquico quedará de inmediato establecida: 1) ¿el trabajador o empleado se siente menospreciado, oprimido, humillado y falto de energía después de interactuar con su jefe inmediato?; 2) ¿el líder en cuestión dirige sus dardos hacia los menos poderosos en vez de hacia aquellos que poseen un poder superior? 

(Continuará la próxima semana)

El rostro maquiavélico del liderazgo tóxico (parte uno)





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