Por conexión social no me refiero a los contactos que alguien pueda tener con personas de estatus social elevado, sino a la conexión emocional cercana de un individuo con aquellos que forman parte de su círculo de amigos y conocidos, sin importar su estrato social ni sus intereses personales. Por lo contrario, el solitario será, por definición, aquel que tiene una mínima conexión con sus semejantes.
Resulta relevante hablar de conexión social porque, en la medida en que mantengas un contacto más estrecho con quienes te rodean, tu salud mental y emocional será más elevada y, por ende, tenderás a ser una persona más feliz. Kalsey Killam, egresada de la escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard, plantea lo anterior en un reciente libro de su autoría.
Killam introduce el concepto de “salud social” para fundamentar su planteamiento. La salud social es un componente de la salud y el bienestar relacionado con la conexión humana. Señala la autora que frecuentemente se comete el error de ignorar lo variable de la conexión humana cuando hablamos de salud, pues se suele hablar de la sana alimentación y una atención médica adecuada, dejando fuera la calidad y el grado de extensión de las relaciones humanas.
El contacto social reviste una enorme importancia debido a sus positivas consecuencias fisiológicas.
“La conexión en sus varias formas se encuentra asociada con un amplio rango de beneficios para el cuerpo, incluyendo un sistema inmune más resistente, una baja incidencia de enfermedades y un estado de salud más sólido” (ibid., p. 18, mi traducción). Se estima, de hecho, que las personas con un alto sentido de pertenencia tienden a gozar de una excelente condición de salud. Por ejemplo, un estudio reveló que entre más abrazos reciba un individuo en un periodo de dos semanas, desarrollará síntomas menos severos si ha sido expuesto al virus del resfriado.
La salud social se encuentra asociada también con la felicidad. Investigadores de la Universidad de California reportan en el “Oxford Handbook of Happiness” que la cantidad de tiempo que una persona destine a socializar con otros y la cantidad de amistades que esta posea incidirán en el nivel de felicidad experimentado por esta. Más aún, entre más disfrutemos el tiempo que pasemos en compañía de nuestros semejantes, más felices seremos (ibid., pp. 24 y 29).
Por el contrario, el reducido contacto con otros seres humanos es uno de los grandes males de la sociedad actual. Una encuesta de la organización Gallup revela que 330 millones de adultos alrededor del planeta suelen pasarse semanas enteras sin hablar con familiares o amigos y un 20 por ciento de los adultos a nivel mundial no tiene a quien acudir en busca de ayuda. Esta falta de conexión es peligrosa, pues se eleva en un 32 por ciento la probabilidad de un derrame cerebral; en un 50 por ciento, el riesgo de padecer demencia, y en un 29 por ciento, la posibilidad de una muerte prematura (ibid., p. 9).
Killam advierte, sin embargo, que no todas las conexiones sociales son buenas o deseables, ya que las relaciones negativas, ambivalentes o faltas de respeto atentan contra la salud social, por lo que deberíamos ser más selectivos. Por ejemplo, en vez de aceptar todas y cada una de las invitaciones a reuniones sociales, más prudente nos resultará enfocarnos en aquellas a las que acudan personas de confianza.
FÓRMULA 5-3-1. Esta fórmula, surgida de investigaciones realizadas en Canadá, aconseja establecer conexión con cinco personas diferentes en el transcurso de una semana; dedicarles el tiempo suficiente a tres de las relaciones personales cercanas en el mismo periodo y destinar al menos una hora diaria a la interacción con los demás. De esta manera, tu salud social se verá ampliada y fortalecida.
Referencia bibliográfica: Killam, K. (2024). “The art and science of connection”. Nueva York: Harper One.
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