“No te preocupes, todo va a estar bien”. Seguramente habrás utilizado esta frase intentando consolar a un familiar o amigo que pasaba por un mal momento. Difícilmente se te podría censurar por hacerlo, ¿cierto? Yo así lo pensaba hasta que descubrí que el aparentemente motivador consejo es un típico ejemplo de “positividad tóxica”, o sea, la imposición forzada de un pensamiento positivo ante un problema, cerrando así la posibilidad de que el sentir o pensar de la persona involucrada se manifieste de una manera distinta o más auténtica.
Vayamos por partes. Si digo que todo va a estar bien, mi interlocutor bien podría responderme, con toda razón: “¿Y tú cómo lo sabes?”. Y si le digo que no se preocupe, ¿estarás de acuerdo en que sería mejor darle la oportunidad al susodicho de reaccionar ante la contrariedad por la que está pasando en vez de arbitrariamente mandarlo al país de las ilusiones?
En todo caso, invitarlo a que deje de preocuparse es un pésimo consejo, pues es tanto como decirle que se tome tan seria situación a la ligera. Graham Reynolds, catedrático en psicología de la Universidad de Columbia, plantea que la positividad tóxica se presenta cuando erróneamente recurrimos a palabras alentadoras para aminorar los predicamentos o desdichas de otros, ya que al hacerlo damos paso a un falso optimismo (Petrow, 2025). Si bien nuestra intención es positiva, lo único que logramos es suprimir la auténtica expresión de emociones, sean estas positivas o negativas.
¿Qué se supone entonces que deberíamos hacer? En vez de encandilar al otro diciéndole cosas como: “Tú puedes, amigo, al mal paso darle prisa”, seríamos más honestos expresándole: “Supongo que la situación debe ser realmente difícil para ti, ¿cómo te sientes al respecto?”. Y en vez de intentar consolar a la pareja con la consabida frase de: “Todas las cosas pasan por algo”, más provechoso le resultará externarle: “Lamento la difícil situación por la que estás atravesando, ¿hay algo que pueda hacer para apoyarte?”. De similar manera, si alguien te pregunta cómo te sientes ante una situación adversa y respondes: “Estoy bien, no te preocupes”, tu respuesta se podría calificar de positivamente tóxica, pues lo que realmente estás haciendo es suprimir tu sentir real. Siendo honesto, bien podrías responder: “La verdad, me siento mal y no sé qué hacer”.
Whitney Goodman (2022), autora de un libro sobre el tema, afirma que la positividad se vuelve tóxica en conversaciones en las que alguien requiere compasión y recibe, en cambio, frases superficiales o nada sinceras. Peor aún, esta situación se presenta en circunstancias en las que se pone de manifiesto la vulnerabilidad humana, tales como pérdidas de todo tipo, enfermedades, relaciones dañadas o rotas, problemas familiares o eventos traumáticos.
Deberíamos evitar las siguientes expresiones debido a su positividad tóxica: “Da gracias que la cosa no pasó a mayores”, “no te pongas triste”, “el tiempo cura todas las heridas”, “¡échale ganas!” o “¡no te rindas!”, pues es posible que la otra persona esté sintiendo exactamente lo contrario en un intento de darle sentido a lo acontecido.
En vez de la positividad tóxica, lo recomendable es la positividad sana, que parte también de un enfoque positivo, pero cuidándose de cancelar la posibilidad de buscar otras maneras de afrontar la situación en turno, dándonos así el tiempo de procesar productivamente nuestras adversidades y las del prójimo.
Referencias bibliográficas: Petrow, S. (2025). ‘Toxic positivity’ denies real feelings. Here’s how to do better. “The Washington Post”, edición del 24 de mayo. / Goodman, W. (2022). “Toxic positivity: keeping it real in a world obsessed with being happy”. Estados Unidos: Tercher Perigee.
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