Manuel había sido blanco de las burlas de uno de sus profesores en la Universidad Politécnica de Tulancingo (UPT) a lo largo de seis angustiantes meses. Cansado de las humillaciones, presentó denuncias por hostigamiento y maltrato psicológico, pero nada sucedió. Ante una nueva situación de escarnio, el 25 de julio el joven finalmente explotó, agrediendo verbal y físicamente al docente, como se puede observar en un video que circula ampliamente en las redes.
Ni tardas ni perezosas, las autoridades decretaron la inmediata expulsión de Manuel, señalando: “La violencia en ninguna circunstancia es justificable ni aceptable”. En lo que al catedrático respecta, Ángel ‘R’, fue destituido el lunes pasado por “faltas que vulneran los valores de legalidad, respeto, imparcialidad, transparencia y rendición de cuentas”, según establece un comunicado del Comité de Ética y Conflicto de Interés de la universidad.
Si bien las acciones emprendidas por la UPT son las acertadas, poco tienen de oportunas, ya que si se hubiesen tomado con seriedad las denuncias del alumno, no cabe duda de que Manuel no se habría sentido orillado a ejercer la violencia para defenderse y el abusador habría sido sancionado desde tiempo atrás.
El presente caso es un claro ejemplo de los torcidos caminos del abuso en instituciones como la UPT, como lo demuestra el hecho de que la universidad acaba de aceptar la renuncia de otro de los docentes abusadores y separó a otra por la misma razón.
Hay que ser claros en el sentido de que un docente acosador, quien quiera que este sea, hace uso impune de su autoridad para dominar repetidamente a sus víctimas, ya sea verbal, emocional o físicamente. Su abuso va aparejado con el maltrato psicológico, infligiendo sufrimiento a los afectados y destrozando su equilibrio emocional.
A diferencia del ‘bullying’, en el que un acosador aislado asuela a sus víctimas de manera circunstancial, el acoso laboral o ‘mobbing’ se extiende de manera prolija a lo largo de la organización con la complicidad del cuadro directivo, que permite que quienes se encuentran en una situación de poder se conviertan en depredadores de los vulnerables y los considerados indeseables.
Duffy y Sperry (2012) señalan que las organizaciones en las que se ha enseñoreado el abuso deberán tomar acciones como las siguientes: a) admitir que el abuso existe y que es un problema de todos, b) establecer una política de cero tolerancia hacia comportamientos abusivos, c) capacitar al personal sobre las causas del abuso y el ‘modus operandi’ de los abusadores, d) reclutar talento humano de probada calidad moral, e) establecer mecanismos para canalizar las denuncias de los afectados, f) los directivos servirán de ejemplo de ética e integridad a sus colaboradores.
Si eres víctima de abuso, Duffy y Sperry (2014) proporcionan las siguientes recomendaciones: no te guardes lo sucedido y cuéntaselo a familiares y amistades cercanas; lleva un registro de aquellos documentos que permitan evidenciar las instancias de abuso, incluyendo correos electrónicos y otros tipos de mensajes; emprende acciones puntuales para preservar tu bienestar emocional; busca ayuda profesional si así lo consideras necesario; denuncia el abuso, recurriendo a los canales oficiales.
Referencias bibliográficas: Duffy, M., Sperry, L. (2014). “Overcoming mobbing: a recovery guide for workplace aggression and bullying”. Nueva York: Oxford University Press. / Duffy, M., Sperry, L. (2012). “Mobbing: causes, consequences and solutions”. Nueva York: Oxford University Press. La información sobre el caso de Manuel proviene de varias fuentes periodísticas.
Los torcidos caminos del acoso laboral (parte tres)
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