La crucifixión de la que fue víctima Jesús fue uno de los castigos más crueles, sanguinarios y aterradores que realizaba Roma a quienes se levantaban en su contra
De las diferentes maneras que los romanos tenían para ejecutar a alguien en la antigüedad, la crucifixión era la peor.
Además de ser un espectáculo que infundía el mayor terror posible entre la población, la saña de sus ejecutores era tal que es considerado uno de los métodos lentos para quitarle la vida a alguien.
Al ser crucificado, las personas experimenta asfixia ocasionada por la posición del cuerpo en la cruz, además de desangrarse mientras están colgados lo que ocasiona fallas en los órganos. Una muerte lenta y dolorosa para quien la experimenta.
Los romanos utilizaron este método que los historiadores dicen, proviene de los asirios. Sin embargo, le dieron su propio toque al castigo al colgar a las personas en diferentes tipos de postes y cruces, según quisieran hacerlos sufrir.
Si alguien resultaba sentenciado a crucifixión, este era obligado a cargar su cruz hasta el lugar de la ejecución. Se dice que las mujeres de la región preparaban un brebaje que ofrecían a los condenados para intentar aliviar sus dolores.
Una vez en el lugar de la ejecución, hacían que la persona castigada se acostara sobre el madero viendo al cielo y con los brazos extendidos, les amarraban los brazos a las vigas o les clavaban las muñecas a los postes. Esto ocasionaba que las muñecas no soportaran el peso del cuerpo, causando desagarres y que se soltaran de la cruz, cayendo estrepitosamente. Cabe señalar que los clavos podían llegar a medir hasta 18 centímetros y tener un centímetro de grosor.
Cuando la persona estaba ya crucificada, la levantaban para incrustar la cruz al suelo, dejando caer todo su cuerpo en sus muñecas y pies. Los pies podrían ser amarrados o clavados, incluso podían ser ambos al mismo tiempo.
Si eran clavados, se introducía un clavo a través de los huesos metatarsianos con las rodillas flexionadas, muchos nervios eran tocados en este procedimiento, lo que generaba mucho dolor, pues se debe hacer fuerza con las piernas ya clavadas para poder incorporarse para respirar. Es decir, quien era crucificado tenía dos opciones: perder sangre al tratar de respirar o bien, morir asfixiado.
Muchos casos de crucifixión están registrados como fallo multiorgánico, pues causaba un colapso circulatorio debido al shock hipovulémico.
La crueldad de este castigo también reside en que la crucifixión estaba pensada para hacer agonizar a la víctima el mayor tiempo posible. Muchos casos afirman que las personas podían permanecer hasta tres días colgadas agonizando, mientras que otras tardaban pocas horas. Sin embargo lo más común era que tardaran varios días en morir, por lo que los soldados solían golpear las rodillas y piernas de las víctimas hasta quebrarlas con la intención de acelerar su muerte, pues así impedían que se incorporaran para respirar. A Jesús no le rompieron las rodillas ni las piernas porque él murió a las pocas horas.
Un castigo reservado para los peores enemigos de Roma, pues buscaban que nadie volviera a cometer el mismo delito. Reservado específicamente para personas asociadas con la traición, golpes militares, terrorismo o alguien que hubiera causado derramamiento de sangre.
Jesús nunca cometió alguno de esos crímenes pero el objetivo de los romanos para llevarle a la cruz fue intentar detener su mensaje y dejar en claro que este no podía continuar.
