La Relatora Especial sobre la independencia de los magistrados y abogados de la Organización de las Naciones Unidas, Margaret Satterthwaite, lo advirtió claramente desde el 29 de julio del 2024, en el comunicado que envió al gobierno de México:
“La elección popular de jueces podría incrementar el riesgo de que los candidatos a magistrados busquen complacer a los votantes o a patrocinadores de campañas con el fin de incrementar sus posibilidades de reelección, en lugar de tomar decisiones fundamentadas exclusivamente en principios y normas jurídicas.
“Tales dinámicas suponen riesgos significativos para la imparcialidad de las decisiones judiciales y podrían socavar aún más la confianza pública en una judicatura que ya enfrentaría desafíos relacionados con su reputación e integridad. Este riesgo es especialmente plausible dado que la reforma no establece procedimientos para la conducta que deberá observarse en las campañas”.
Pero el presidente Andrés Manuel López Obrador no solamente no quiso escuchar, sino que arremetió contra el organismo por cuestionar su iniciativa de reforma judicial.
“No es para tomarlos en serio. O sea, ¿Cómo va a opinar sobre nuestro país, si de acuerdo a la Constitución, a nuestras leyes, somos un país independiente? (…) Entonces, ¿por qué se meten? (…) Es un problema también de cómo las oligarquías en el mundo han ido controlando a todos estos organismos”.
Meses después, la realidad se estrella brutalmente en nuestras caras:
… y ahí tenemos a una ministra -Loretta Ortiz- diciendo penosamente a los votantes que deben elegirla porque es “una chulada de mujer” y a sus setenta años no está tan mal y porque desde pequeña le decían “justita” en su casa.
… a un candidato a ministro -Arístides Rodrigo Guerrero García- que un día dice en un video subido a redes que está más preparado que un chicharrón, y al otro se disfraza con un traje indígena y huaraches.
… a una candidata a jueza penal, María de Lourdes Ríos Ramírez, quien para promover el voto optó por mostrar sus piernas y curvas en una foto subida a redes, en la que aparece de lado, con un vestido muy corto y ajustado.
… o a otra candidata a ministra, “Dora la transformadora”, quien en un video que raya en la ridiculez derriba en cámara lenta una montaña de expedientes: “para que la justicia llegue donde siempre debió estar: cerquita de ti”.
Así, las y los candidatos buscan “agradar” a un electorado que, en un alto porcentaje, desconoce cuáles son las funciones del poder Judicial y cuál es la diferencia entre un juez de distrito, un magistrado y un ministro… y que, en consecuencia, recordará más que sus respectivas trayectorias, las piernas de “Lulú Ríos”, la risa que lo dicho por Loreta Ortiz provocó en el sujeto que estaba detrás de ella y el comentario del alumno sobre si el chicharrón se parece a Arístides Rodrigo Guerrero “porque está sabroso”.
Estamos ante la degradación y banalización de la impartición de justicia, producto de meses de la campaña de López Obrador para romper el equilibrio de poderes y hacer creer que NADA, ABSOLUTAMENTE NADA funcionaba en el poder Judicial; y que TODOS, ABSOLUTAMENTE TODOS quienes aún forman parte de él deben ser vilipendiados y humillados por corruptos.
Lo consignado en los “Principios básicos relativos a la independencia de la judicatura” adoptados por la Asamblea General de ONU, acerca de que “Las personas seleccionadas para ocupar cargos judiciales serán personas íntegras e idóneas y tendrán la formación o las calificaciones jurídicas apropiadas” y que “Todo método utilizado para la selección de personal judicial garantizará que éste no sea nombrado por motivos indebidos”, resulta hoy en el país un chiste cruel.