jueves, 9 de octubre de 2025

“Hay un momento en el que la pieza cobra vida”

“Hay un momento en el que la pieza cobra vida”

Dan Trullen ha formado en Querétaro una sólida carrera como escultor, al elegir el expresionismo para transmitir emociones a través de sus obras

En medio de inquietantes esculturas que parecen observar al visitante, el escultor Dan Trullen compartió cómo se introdujo en el mundo del arte, en donde ha construido una fructífera carrera de más de dos décadas, caracterizada por figuras humanas de gran formato.

Aunque Daniel Trujillo Guillén, quien firma bajo el seudónimo de Dan Trullen, eligió como profesión el noble mundo de la veterinaria, pronto se dio cuenta de que, además de la gran vocación y amor que tiene hacia los animales, tenía una gran habilidad para la escultura, por lo que se decidió a compartir sus dos grandes pasiones: su carrera como veterinario y lo que en ese momento pensaba que era su más grande pasatiempo: la escultura.

Sin embargo, no podía negar su talento para el moldeado de piezas y se introdujo de lleno a construir una carrera dentro de las artes plásticas. En entrevista desde su estudio, nos habló de su sueño de llevar su arte al extranjero y seguir destacando en Querétaro como un artista consolidado.

¿Cómo empezó tu acercamiento a las artes?

Desde que tenía unos cuatro años me gustaba mucho jugar con la plastilina y notaba que tenía cierta facilidad para poder hacer piezas; yo soy de la generación de Rogelio Moreno y el “Tío Gamboín”, recuerdo que después de verlos, de ver caricaturas, me ponía a jugar con la plastilina. En la escuela, las maestras notaban esta habilidad porque hacía cabezas pequeñas con gises, cortes con madera y distraía mucho a mis compañeros. Me llevaron muchas veces a la dirección y un día les hablaron a mis papás para decirles que me llevaran a un taller de artes plásticas; en ese momento vivíamos en Monterrey y me llevaron a una escuela de artes plásticas en el Centro Cultural del Obispado; ahí empecé a ver que podía hacer una carrera en temas de arte, sin embargo, lo suspendí porque regresamos a Ciudad de México, de donde soy originario, y por azares del destino terminé haciendo la carrera de medicina veterinaria, aunque nunca dejé de tomar cursos de escultura.

¿Cómo llegas a Querétaro?

Por motivos de trabajo. Tengo más de 32 años aquí y me siento ya queretano. Iba mucho a San Miguel de Allende, de hecho, ahí estudié escultura en el Instituto Allende de Guanajuato. Ahí me metí al área para hacer fundición de moldes, resinas, y empecé a hacer mis primeras figuras, a relacionarme con el arte semiabstracto y a hacer pequeñas figuras humanas y de animales que tuvieron su auge. Eso fue por el año 2000, cuando comencé a vender mis primeras piezas.

¿Cómo descubriste tu estilo?

Tenemos una influencia muy importante en el país, que son los hermanos Marín, sus figuras se me hacen muy inquietantes, admiro mucho su trabajo y, aunque he buscado diferenciarme de su trabajo, sí tengo una gran influencia, así como también de tendencias europeas como Christophe Charbonnel, un artista que tiene un diálogo muy particular con los cuerpos y los animales en opciones muy interrumpidas, poco acabados, y otra serie de artistas europeos que son de ese corte.

¿Cómo definirías tu obra?

Yo busco un expresionismo progresivo, me gusta mucho el arte de tipo europeo que tiene toques clásicos, pero tiene movimiento y expresión distinta.

¿Cómo es tu proceso creativo?

Mucha gente piensa que uno está por ahí caminando en un lugar, fumando algo y de repente se le viene una idea y se pone a trabajar, pero no, esto es un trabajo como cualquier otro. Las mejores horas para trabajar para mí siempre son en la mañana, porque hay más luz y estás más lúcido, más entero; me levanto temprano, me tomo un café, hago un poco de ejercicio y me pongo a trabajar, no siempre es fácil, porque evidentemente tienes que tener un toque de inspiración, pero creo que la inspiración viene con el trabajo. Sí hay piezas que dices: “¡Qué bárbaro!, ¿cómo pude hacer esta expresión?”, y te atrapa, pero hay otras que no te gustan tanto. Primero empiezo a imaginarme la pieza, me gusta meterme a Internet para ver imágenes y cuando veo una expresión que me atrapa, decido el tamaño y comienzo a trabajarla; la parte final del modelado de plastilina es la parte que me transforma, me lleva a otro lugar y eso me encanta.

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¿Cuánto tiempo te lleva hacer una pieza?

Una cabeza de 90 centímetros, un metro, que veo que llaman mucho la atención, sobre todo cuando presento obra en plazas públicas, me llevará más o menos una semana de producción, porque regularmente le doy otra semana para verla, y la voy detallando, hasta que llega un momento en que la pieza cobra vida, y dices: “Ya tiene algo, ya tiene un sentido”. El arte viene cuando yo veo que la gente la ve y la inquieta, la atrapa.

¿Cuál es tu mayor sueño?

Nada me gustaría más que estar en alguna plaza en París, en Madrid, en Tokio, y ganar un premio internacional, aunque creo que cuando uno se consolida, dicen que nadie es profeta en su tierra, pero me encantaría destacar en Ciudad de México o en Querétaro, tener una exposición pública en estos lugares con una pieza grande.

¿Cuál es el reto más grande al que te has enfrentado como artista?

Despegarme de las firmas que ya existen y lograr construir una marca personal. Ahora que ya tienes una carrera como escultor, ¿qué le dirías a ese niño que amaba jugar con plastilina? No solo a él, sino a cualquier otro niño, yo le diría que no tenga miedo, que es posible hacer lo que le gusta por extraño o absurdo que parezca, si tiene ganas y realmente le gusta, puede lograrlo. 

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