La moda de lujo encara un freno histórico y mira a la sostenibilidad como tabla de salvación para recuperar atractivo y credibilidad del mercado
Con información de El Economista
Este año, tras una década de crecimiento sostenido, la industria global de la moda de lujo atraviesa uno de sus momentos más delicados. Las ventas se desaceleran y la confianza de los consumidores, especialmente de las generaciones más jóvenes, Z y alfa (no mayores a 30 años), se erosiona. Aunque la sostenibilidad no figura entre las causas directas del descenso, sí emerge como una de las principales vías para recuperar atractivo y credibilidad del mercado.
Los datos apuntan a un cambio estructural en las preferencias de compra. Hoy, los consumidores están dispuestos a pagar más por productos con menor impacto ambiental. Las estimaciones del sector sitúan el crecimiento anual del mercado de lujo sostenible en un 9.1 por ciento entre 2024 y 2034, hasta alcanzar los 162 900 millones de dólares. Una señal clara de que el segmento verde deja de ser un nicho para convertirse en un motor económico.
Las grandes casas de lujo operan bajo la presión de un marco regulatorio cada vez más exigente, especialmente en Europa, donde el “Pacto Verde” ha impulsado nuevas normativas ambientales. Sin embargo, los compromisos empresariales no siempre están alineados con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Las compañías tienden a centrarse en acciones visibles, como igualdad de género, trabajo digno, consumo responsable y acción climática, que mejoran su reputación, dejando en segundo plano áreas como la lucha contra la pobreza, el hambre, la educación o la protección de los ecosistemas.
Esta asimetría tiene un impacto significativo en las comunidades que forman parte de la cadena de suministro del lujo, desde la obtención de materias primas hasta la reinterpretación del patrimonio cultural en el diseño.
Un mapa heterogéneo de compromisos
La sostenibilidad en el sector no avanza a un ritmo uniforme. Se observan estrategias diversas que reflejan la identidad y visión de cada marca.
Stella McCartney continúa liderando el segmento con materiales orgánicos y piel vegana, mientras que Bottega Veneta apuesta por la durabilidad a través del mantenimiento de sus icónicos bolsos intrecciati. Vuitton y Gucci, por su parte, han orientado sus esfuerzos a la eficiencia energética.
Otras compañías han revisado sus metas: Ralph Lauren renunció a ser cero emisiones en 2040 y optó por un objetivo más realista de reducción del 30 por ciento para 2030. El grupo español Puig ha logrado un uso del 74 por ciento de energías renovables y una reducción del 23 por ciento de sus emisiones. LVMH, en paralelo, ha reciclado más de 290 mil metros cuadrados de materiales, promueve la biodiversidad y desarrolla programas como LIFE 360 Business Partners para reducir sus emisiones indirectas, responsables del 96 por ciento de su huella de carbono.
El consumidor, juez final
La sostenibilidad comienza a pesar más en la decisión de compra, pero no desplaza los pilares tradicionales del lujo: calidad, estatus y exclusividad. Persisten consumidores que prefieren tejidos naturales frente a materiales reciclados, aún asociados, erróneamente para algunos expertos, con menor valor añadido.
Las marcas se enfrentan así al reto de integrar prácticas sostenibles sin comprometer su identidad. La clave, coinciden analistas, está en reforzar atributos esenciales como el diseño, la durabilidad, la artesanía y la atemporalidad.
¿Un lujo realmente sostenible?
El debate sigue abierto: ¿puede el lujo alcanzar la sostenibilidad sin perder su esencia? ¿Están los consumidores preparados para adoptar un lujo más responsable?
La sostenibilidad no solo representa un desafío, sino también una oportunidad para reinventar el sector y consolidar nuevas ventajas competitivas.
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