
Halloween, la famosa celebración que parece un simple espectáculo ambientado en personajes de terror y un juego de “truco o trato”, pero que, en realidad, hunde sus raíces en lo más profundo de una tradición ancestral
La fiesta de Halloween procede en realidad de una tradición celta que fue, como tantas otras, reconvertida a la tradición cristiana. De hecho, el nombre viene de ‘All Hallow’s Eve’, víspera de Todos los Santos. Llevada por los emigrantes irlandeses a Estados Unidos, con los años fue popularizada por el cine, a través del género de terror. También en España hubo pueblos celtas que dejaron sus tradiciones, incluidas las del Día de los Difuntos, especialmente en las tierras donde habitaron, como Galicia. Antiguamente solo había dos estaciones del año: la de verano y la de invierno. La estación de verano, desde mayo hasta octubre, era la de la luz, del calor y de la abundancia, cuando la naturaleza da sus frutos, el huerto sus verduras y salen los animales después de haber estado recluidos durante el invierno. También era la estación de la vida, de la alegría y del calor, que, sobre todo en tierras celtas, donde no es muy exagerado, sienta bien al cuerpo y los seres humanos salen de sus casas para compartir la vida con sus vecinos. La estación del invierno es todo lo contrario. Es la estación del frío, de la oscuridad y también de la escasez. La naturaleza no da sus frutos, se recluyen la caza y la pesca, y además no acompaña el tiempo para salir en su búsqueda.
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