domingo, 16 de noviembre de 2025

Solastalgia, la añoranza ante los espacios naturales perdidos (segunda parte)

Solastalgia, la añoranza ante los espacios naturales perdidos (segunda parte)

¿Cuándo fue la última vez que tuviste oportunidad de admirar la traviesa luminosidad de las luciérnagas danzando libremente entre las plantas y los árboles?

En mi caso, no he vuelto a tener tan grata experiencia desde mi niñez temprana, cuando mis amigos y yo corríamos, entre risas, tratando de alcanzarlas. Tristemente, la mayoría de los niños y jóvenes de la actualidad no han tenido la oportunidad de vivir una experiencia igual, pues los pequeños coleópteros han ido desapareciendo.

El escritor Scott Russell Sanders señala que, a pesar de que existen más de 150 especies de luciérnagas en América del Norte, la contaminación lumínica interfiere seriamente con sus ciclos de apareamiento.

“En nuestro afán de esclavizar la Tierra para ponerla a servicio de los humanos -señala-, la hemos vuelto menos hospitalaria, no solo para nosotros mismos, sino para las demás especies. El colapso de las luciérnagas es tan solo un ejemplo de esta debacle” (referenciada enlistada, p. 154, mi traducción).

La angustia que sentimos ante las irreparables pérdidas que nosotros mismos hemos infligido al entorno natural tiene un nombre: SOLASTALGIA. Belén Gallardo, investigadora de la Universidad de las Américas, se apoya en esta noción para expresar su duelo ecológico: “Suspiro, y mis recuerdos del bosque son cada vez más lejanos y difusos, y en vez de calma y sentido de hogar, siento un dolor incomprensible. Así, sin realmente quererlo, me encuentro con la solastalgia” (ver referencia enlistada).

Si bien la ANSIEDAD AMBIENTAL tiene su origen en nuestro criminal abandono de los recursos naturales, la doctora Gallardo sostiene que la solastalgia tiene un lado positivo, pues nos impulsa a tomar responsabilidad por el abuso de los ecosistemas, paso obligado para volver a vibrar en la armónica frecuencia de “Tlali Nantli” (Madre Tierra, en náhuatl).

En 1845, el filósofo y poeta estadounidense Henry David Thoreau construyó una cabaña a orillas de una laguna para retomar su sentido de vida. Reflexionó así tras vivir allí durante dos años: “Nunca podremos cansarnos de la naturaleza. Hemos de refrescarnos ante la vista de su vigor inagotable; sus rasgos vastos y titánicos; la costa con sus naufragios; el desierto con sus árboles vivos y en descomposición; las nubes de tormenta y los arroyos desbordados después de tres semanas de lluvia. Deberíamos optar por ser testigos de la vida, pastando libremente en aquellos lugares por los que nunca vagamos” (tomado de “Walden, or life in the woods”, mi traducción).

Siguiendo el ejemplo de Thoreau, Marc Berman, un profesor de la Universidad de Chicago, se convirtió en el iniciador de la NEUROCIENCIA AMBIENTAL. En un libro reciente relata qué lo llevó a ello: “Al darme cuenta de que nuestro entorno natural nos moldea en términos fundamentales, empecé a preguntarme si la naturaleza actúa como antídoto de muchas de las aflicciones que en la actualidad padecemos. Con el afán de servir de ayuda, decidí crear una nueva área de conocimiento: la neurociencia ambiental” (ver referencia, p.13, mi traducción). Esta nueva disciplina nos provee de herramientas para abordar de manera productiva la solastalgia.

(Continuará la semana entrante)

Referencias bibliográficas: Berman, G. M. (2025). “Nature of the mind: the science of how nature improves cognitive, physical, and social well-being”. Nueva York: Simon and Schuster. / Rusell Sanders, S. (2023) “Fireflies”, 152-155. En Bogard, P. (Ed.) “Solastalgia: an anthology of emotions in a disappearing world”. University of Virginia Press. / Gallardo, B. (2022). “Solastalgia: la realidad que exige ser nombrada”. https://endemico.org

Solastalgia, la añoranza ante los espacios naturales perdidos (Primera parte)





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