¿Qué tanto te afecta en lo personal el creciente deterioro de los recursos naturales en el planeta? Para averiguarlo, señala con cuántas de estas cinco frases te identificas: 1) Me preocupa la creciente escasez de agua en las zonas urbanas. 2) Echo de menos los tiempos en los que el paisaje era más bello y el aire más limpio. 3) Me causa tristeza la extinción de plantas y animales. 4) Me preocupan los efectos del cambio climático. 5) El lugar donde vivo ha ido perdiendo su encanto natural.
Si te identificaste con al menos tres de las frases anteriores, se podría afirmar que tanto tu BIOFILIA como tu SOLASTALGIA son elevadas.
No te culpo si los términos anteriores te resultan poco familiares, pues son relativamente recientes en un sentido histórico. La palabra biofilia fue utilizada por primera vez por Erich Fromm, uno de los grandes filósofos humanistas, en su libro “Anatomía de la destructividad humana” (1973), en donde la describió como “el apasionado amor por la vida y por todo aquello que se encuentre vivo”. Como es sabido, Fromm residió varios años en Cuernavaca y fundó en 1963 el Instituto Mexicano del Psicoanálisis.
Daniel Gómez Bilbao, un experto en el cuidado y conservación de espacios verdes sustentables, afirma que la biofilia es la conexión innata de los seres humanos con las plantas y animales, y dice estar convencido de que el rodearnos de naturaleza impacta positivamente nuestras emociones. Gómez Bilbao es el creador de Huatan, un proyecto a escala global, surgido en nuestro país, para establecer espacios en los que las personas puedan experimentar a plenitud la naturaleza, involucrando todos sus sentidos.
Sin embargo no todo es miel sobre hojuelas. Marc Berman, un catedrático de la Universidad de Chicago, plantea en un libro reciente la siguiente interrogante:
¿Por qué si los seres humanos amamos tanto la naturaleza, nos empeñamos en destruirla? Me referiré a la solastalgia para abordar tan inquietante paradoja. La solastalgia es la nostalgia profunda que sentimos ante los espacios naturales inexorablemente perdidos a causa de la negligencia criminal con la que hemos actuado en términos ecológicos. El vocablo, acuñado en 2005 por el filósofo australiano Albert Albrecht, apunta al desconsuelo experimentado por el deterioro ambiental derivado del cambio climático y se manifiesta de dos maneras: a) sentido de desolación por el deterioro del medio ambiente, b) angustia por el daño a los ecosistemas y su consecuente impacto en las especies vegetales y animales.
De acuerdo con Eric Ralls (2025), el deterioro ecológico impacta negativamente la salud mental de quienes lo padecen, haciéndolos sentir vulnerables e inseguros. De manera específica, la solastalgia se manifiesta en forma de depresión, ansiedad, trastorno de estrés postraumático, pesimismo y una disminución de la resiliencia. Estos síntomas se agravan si el deterioro ambiental es producto de la actividad humana y si este se manifiesta de manera constante. En un sentido médico, se ha empezado a utilizar el término ANSIEDAD ECOLÓGICA, que, en el “Manual de Psicología del Clima” (2020), se define como la angustia emocional, mental o somática surgida en respuesta a cambios severos en el sistema climático.
Referencias bibliográficas: Berman, G. M. (2025). “Nature of the mind: the science of how nature improves cognitive, physical, and social well-being”. Nueva York: Simon and Schuster. / Ralls, E. (2025). “Scientists identify a new mental disorder called ‘solastalgia’ linked to the environment”. www.earth.com.
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