lunes, 27 de octubre de 2025

Solastalgia, la añoranza ante los espacios naturales perdidos (tercera parte y última)

Solastalgia, la añoranza ante los espacios naturales perdidos (tercera parte y última)

Bañada por las aguas del río Querétaro, La Cañada ha sabido conservar su encanto natural. Quizás fue esta una de las razones por las que Conín, en su tarea de avizorar nuevos territorios, decidió establecerse en tan bucólico lugar en 1521. Quienes tenemos el privilegio de habitar hoy en día en el legendario terruño, podemos preciarnos del imponente verdor de las colinas circundantes en época de lluvias.

Sin embargo, igual que en otros lugares, en La Cañada hemos sido víctimas de la voraz mancha urbana que inexorablemente se extiende hacia nosotros. Me refiero, en particular, a las mastodónticas torres de apartamentos y a los cuadriformes fraccionamientos urbanos de Milenio III, que arruinan el otrora idílico paisaje, así como las ostentosas mansiones de El Campanario, escandalosamente incrustadas en los riscos de tan peculiar belleza.

En entregas previas he abordado el tema de la solastalgia, como se da en llamar al malestar que sentimos en los tiempos actuales ante la inexorable desaparición e impune destrucción de los espacios naturales, devastados por la expansión de los asentamientos humanos, como hemos podido constatar en La Cañada.

Adicionalmente, el cambio climático, atribuible a la acción humana, ha dado paso al efecto invernadero y, en último término, al calentamiento global, que deja en nosotros un “constante sonido ambiental de culpa”, para ponerlo en términos de la investigadora ecológica Belén Gallardo. En tanto, Christina Popescu, catedrática de una universidad canadiense, prefiere utilizar el vocablo “ecoansiedad”, surgido de la impotencia experimentada ante un mundo que pareciera desmoronarse en nuestras manos.

Glenn Albrecht, un filósofo y ambientalista australiano, autor de la voz “solastalgia”, captura así la sensación de oprobio vivida por todos a quienes nos preocupa el malestar del entorno: “La Tierra entera se encuentra bajo asedio; una sensación de temor global se impone a medida que el planeta se calienta y el clima se vuelve más hostil e impredecible” (ver referencia).

Popescu entiende la ecoansiedad como una especie de duelo ambiental, caracterizado por síntomas como los siguientes: estrés postraumático, insomnio, pesadillas, crisis de pánico, desesperanza, irritabilidad e impotencia. Para combatir la aflicción generalizada, recomienda emprender acciones colectivas que fortalezcan nuestros vínculos de conexión con la naturaleza. “La educación ambiental y las actividades sociales de aprendizaje -señala- permiten aumentar el nivel de confianza y cultivar la esperanza” (ver referencia).

Para concluir, Marc Berman, un especialista en neurociencia ambiental, narra así una de sus experiencias personales de inmersión en la naturaleza: “El viento soplaba, las hojas susurraban y las ardillas parloteaban. En prados cercanos florecían lozanas flores silvestres y se filtraban imágenes, sonidos, olores y texturas. Un halcón volaba en círculos sobre mi cabeza; el barro cubría mi calzado; una familia paseaba en bicicleta; los rieles de madera del puente acariciaban las palmas de mis manos” (mi traducción).

En La Cañada, como en otros tantos lugares, bien podríamos recurrir al ejemplo de Berman para reducir los niveles de ecoansiedad y, de paso, contener la solastalgia.

Referencias bibliográficas: Berman, M. (2025). How we can improve our lives by going outside. Revista “Literary Hub”. / Popescu, C. A. (2022). Cultivar la esperanza: entre la ecoansiedad y la solastalgia. Revista “Rhizome”. / Albrecht, G. A. (2019). “Solastalgia: the homesickness you have at home”. En Glenn A. Albrecht (Ed.) (2019). “Earth emotions: new words for a new world”. Londres: Cornell University Press, pp. 27-61.

Solastalgia, la añoranza ante los espacios naturales perdidos (segunda parte)





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