¿Qué define tu vida, la rutina ordenada o la aventura apasionada? Si eres de los primeros, al unísono con Vicente Fernández, tal vez, responderás: “...por eso aún estoy en el lugar de siempre; en la misma ciudad y con la misma gente”. Si prefieres el reto de los imponderables, estas palabras de Arthur Conan Doyle, en voz del enigmático Sherlock Holmes, sin duda harán eco en ti: “Mi mente se rebela contra el anquilosamiento... Aborrezco la tediosa rutina de la existencia y busco con ansias el ardor de la exaltación”. Si deseamos vivir a plenitud la vida, es menester hacer de lado la rutina soporífera para abrirnos paso hacia nuevos horizontes. En su libro “Una mochila para el universo”, la escritora española Elsa Punset nos invita a imprimir a la vida una acción renovadora a través de acciones deliberadas y conscientes. “El ejercicio consiste -apunta la autora- en que todos los días voy a hacer un gesto distinto: ir a comprar el pan por otro camino, hacer la cama de forma distinta, freír un huevo de otra manera o vestirme un poco diferente” (p. 78).
En entregas anteriores he compartido algunas actividades propuestas por el literato Ismael López Gálvez para alcanzar la plenitud. Entre ellas, no esperar a que el destino nos conceda aquello que bien podríamos procurarnos por nosotros mismos o, con evidente buen humor, atrevernos a bailar una canción con pasos intencionalmente torpes e inciertos. Te comparto dos posibilidades más, con el afán de reencontrar el sendero.
NO DEJES DE FLUIR EN LA ABUNDANCIA. Un sabio oriental decía que la vida no es sino el fluir del amor, en el entendido de que todo lo que fluye brota y se desplaza sin esfuerzo. En consecuencia, fluir en la abundancia es abrirse a la vida para recoger a manos llenas lo que esta nos ofrece. Mientras la persona mezquina se empeñará en escatimar aquello que se le presenta, trátese de la nobleza, la generosidad o la dignidad de espíritu, en la plenitud hemos de enfocarnos en cosechar los frutos del amor y nutrirnos con ellos.
EXPRÉSATE A TRAVÉS DEL JÚBILO. El teólogo Karl Bath sostiene que el júbilo es la manera más sencilla de manifestar gratitud, entendiendo por esta la celebración genuina del poder superior y la interconexión humana. Mejor aún, la buena voluntad hacia nuestros semejantes nos permitirá experimentar en carne propia la más pura sensación de júbilo. El monje budista Haemin Sunim, autor del libro “Lo que ves solo cuando estás en paz” (2018), expresa que si nos esmeramos por sentirnos contentos, nos daremos el lujo de poner pausa a nuestro andar incesante, dar la bienvenida a la serenidad, disfrutar del tiempo que pasamos con quien acierte a encontrarse a nuestro lado, hacer las paces con el pasado y, ya que estamos en ello, aprovechar para librarnos del exceso de equipaje.
Sunim, cuya obra ha sido traducida a 35 idiomas, nos hace ver que cuando nos sentimos llenos de júbilo, nos abrimos a nuevas experiencias. “Sin júbilo en nuestros corazones -señala-, nuestro acontecer en la vida se torna lento y poco interesante. Aquellos que laboran de manera relajada y lúdica tienden a hacerlo de manera creativa y eficiente; quienes, movidos por el estrés, trabajan sin parar, lo hacen carentes de júbilo” (p. 24).
Aduce también que si se pudiera condensar en una sola frase la vida entera del ser iluminado, esta sería: COMPLETA ACEPTACIÓN DE TODO LO QUE ES. “Al aceptar lo que es -argumenta-, la mente se relaja y tranquiliza, en tanto el mundo no deja de cambiar a nuestro alrededor” (p. 36). Este es, amigo lector, el secreto mejor guardado para vivir a plenitud la vida.
Nada te impide vivir a plenitud tu vida (parte tres)
Comparte esta nota: