La NFL consolidó el Día de Acción de Gracias como un ritual deportivo y cultural gracias a Detroit, Dallas y un juego nocturno que hoy reúne a millones
El Día de Acción de Gracias dejó de ser únicamente una mesa llena de pavo para convertirse en uno de los rituales deportivos más influyentes de Estados Unidos. La NFL entendió, antes que nadie, que un feriado nacional era el escenario perfecto para sembrar una tradición capaz de reunir a millones. Hoy, tres partidos —dos con anfitriones fijos y un duelo nocturno rotativo— mantienen viva una liturgia que mezcla touchdowns, familia y televisión; un espectáculo tan esperado como la cena misma.
La historia comenzó en 1934, cuando los Detroit Lions buscaron una salida en medio de un panorama económico devastador. Su propietario, George A. Richards, utilizó su experiencia en la radio para imaginar una jugada maestra: programar un duelo de Thanksgiving ante los Chicago Bears. La ciudad respondió. Más de 26 mil aficionados llenaron el estadio y encendieron una tradición que Detroit mantiene intacta, pase lo que pase, con un registro acumulado de 37-45-2. Ese partido salvó al equipo y, al mismo tiempo, definió cómo el deporte podía insertarse en el corazón de las festividades estadounidenses.
Tres décadas más tarde llegó Dallas para completar el binomio fundador. En 1966, el gerente general Tex Schramm apostó por convertir el feriado en una vitrina de alcance nacional. El debut de los Cowboys ante Cleveland reunió a 80 mil personas y reforzó la narrativa que pronto se volvería global: “America’s Team”. Con un récord de 33-22-1 en Thanksgiving, Dallas convirtió ese juego en una herramienta de identidad, marketing y fidelidad televisiva. Pocas franquicias han explotado el poder simbólico de una fecha con tanta precisión.
El tercer partido llegó en 2006, cuando la NFL decidió reservar el horario estelar para un encuentro sin anfitrión fijo. Fue una respuesta lógica al crecimiento mediático de la liga y a la necesidad de contenido premium. Desde entonces, equipos como los Kansas City Chiefs, New York Giants o New England Patriots han tenido su turno para sumarse a la fiesta nacional. Aunque no genera el mismo arraigo que Detroit y Dallas, este slot ha amplificado la audiencia internacional y reforzado la presencia digital y global de la liga.
Pero el impacto del Thanksgiving Day en la NFL va más allá del rating o los récords. Este triplete de partidos se ha convertido en un puente generacional: abuelos, padres e hijos comparten la misma pantalla, el mismo partido y la misma conversación año tras año. En una época dominada por la fragmentación mediática, la liga ha preservado un ritual que explica por qué el futbol americano es más que un deporte en Estados Unidos: es un espejo cultural que se asoma cada noviembre y recuerda, entre pavo y tradición, que algunas costumbres trascienden la estadística.
Mientras la NFL avanza hacia nuevas audiencias y formatos, Thanksgiving permanece inamovible: la cita anual que confirma que los rituales importan, y que el deporte, cuando se mezcla con la memoria colectiva, puede convertirse en una celebración nacional.
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