jueves, 27 de noviembre de 2025

El círculo dorado de la confianza (parte tres)

 El círculo dorado de la confianza (parte tres)

¿Te sentirías traicionado si te enteras de que alguien a quien aprecias se expresó de manera ofensiva sobre ti delante de otros y sin motivo aparente alguno? De entrada, seguramente te sentirás contrariada o contrariado. Sin embargo, ¿llegarías al extremo de retirarle la confianza a una persona que se expresa así a tus espaldas?

Independientemente de cuál sea tu respuesta, tú y yo podremos estar de acuerdo en que la confianza es un ingrediente esencial en la relación que llevamos con aquellos de nuestro círculo cercano.

Peter Scholtes, autor del libro “The leader’s handbook”, identifica dos condiciones fundamentales para confiar en una persona: una BUENA ACTITUD y una ELEVADA APTITUD de su parte. A manera de ejemplo, digamos que te pregunto si podrías hacerme el enorme favor de llevarme mañana temprano al aeropuerto. Ante semejante escenario, se nos presentan tres posibilidades: A) CONFIANZA GARANTIZADA: me dices que lo harás con gusto, a pesar de que tienes mil cosas qué hacer (buena actitud) y, además, me consta que sabes conducir con enorme pericia (alta aptitud). B) CONFIANZA A MEDIAS: me haces ver que te encantaría poder llevarme (buena actitud); sin embargo, alguien me recuerda que manejas con poca precaución (baja aptitud), por lo cual me sentiría inseguro contigo al volante; o bien, sé que manejas de maravilla (alta aptitud); no obstante, por tu tono de voz noté que no te hacía feliz la idea de llevarme (mala actitud). C) ABIERTA DESCONFIANZA: Me dices que me llevarás, pero lo haces a regañadientes (mala actitud), y, por si fuera poco, conozco a muchos que manejan mucho mejor que tú (mala aptitud).

Como podemos ver, la confianza es un fenómeno situacional, por lo que es enteramente válido confiar en una misma persona para una cosa y no confiar en ella para otra distinta, sin que esto dañe nuestra relación. Así pues, nunca le pedirías a Miguel que te revise un texto importante, dada su pésima ortografía (baja aptitud), pero sabes que podrás confiar en él en mil cosas más, por tratarse de un colaborador fiel (buena actitud). O bien, estás consciente de que Alondra, tu colega, es dada a “hacerte caras” cada vez que le pides algo (mala actitud), pero estás dispuesta a pasar ese pequeño detalle por alto sabiendo que la compañera “se las rifa” como nadie a la hora de revisar un escrito (alta aptitud). También es cierto que es enteramente posible dejar de confiar en alguien, inclusive de la forma más inesperada, como pude constatar en un caso que me tocó vivir y que aquí refiero. Años atrás, cuatro colegas nos unimos para integrar un equipo profesional de trabajo. Un año después todo marchaba sobre ruedas... hasta que sucedió algo de lo más extraño. Una tarde, cuando se supone que no había nadie en la oficina, una de mis colegas sorprendió a uno de los socios husmeando en la computadora personal de ella.

Al confrontarlo, este no supo qué decir y se escabulló de inmediato. Al día siguiente, le hicimos ver al susodicho que su conducta resultaba a todas luces inaceptable y que, por lo tanto, quedaba fuera del equipo, pues no había manera de que volviéramos a confiar en él. Pidió una segunda oportunidad, pero el daño ya estaba hecho.

David Horsager, un experto en el tema, puntualiza al respecto que la integridad se rige por un criterio moral que nos faculta a separar las buenas de las malas acciones. “La integridad -señala- genera confianza en la persona y representa el primer paso para confiar en alguien” (“The trust edge”, p. 83). En nuestro caso, el círculo dorado de la confianza volvió a refulgir con la luz de la integridad cuando tomamos cartas en el asunto. 

(Continuará la siguiente semana) 

El círculo dorado de la confianza (parte dos)





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