sábado, 22 de noviembre de 2025

El círculo dorado de la confianza (parte dos)

 El círculo dorado de la confianza (parte dos)

Se dice que la mejor manera de saber si puedes confiar en alguien es arriesgándote a depositar tu confianza en dicha persona. Sin embargo, ¿estaríamos los mexicanos dispuestos a tomar esa clase de riesgo? La respuesta más probable es: “No, pues llevo las de perder”. Esta es, por lo menos, la conclusión de una encuesta realizada por la organización Our World in Data, en la que solo uno de cada 10 connacionales dijo estar dispuesto a confiar en la mayoría de quienes lo rodean. En comparación, siete de cada 10 daneses, seis de cada 10 chinos y cuatro de cada 10 españoles respondieron que ellos no dudarían en confiar. ¿Por qué los mexicanos somos tan desconfiados? No lo sé a ciencia cierta. Tal vez aquello de “la mula no era arisca...” tenga que ver con ello. En todo caso, somos nosotros quienes nos lo perdemos, pues la confianza va aparejada con la colaboración y el sentido de compromiso, en tanto que la desconfianza se nutre del miedo y las sospechas infundadas. Robert Hurley, profesor de una universidad neoyorquina, señala en un libro de su autoría que la confianza nos lleva a creer en el compromiso y lealtad de nuestros semejantes.

“Cuando perdemos la confianza –apunta el catedrático–, cancelamos la posibilidad de cooperación, ya que la confianza es un elemento esencial de toda relación efectiva” (op. cit., p.7).

En el manual “Building trust in diverse teams” (2007) se identifican 10 criterios requeridos en un equipo de trabajo para construir relaciones basadas en la confianza.

APTITUD: la percepción de que mis compañeros de equipo saben lo que hacen. INFORMACIÓN ABIERTA: confiar en que estos me compartirán información relevante de manera proactiva. INTEGRIDAD: la convicción de que cumplirán sus promesas y de que actuarán conforme a los estándares morales. RECIPROCIDAD: la expectativa de que se mostrarán dispuestos a cooperar y que, por lo tanto, serán dignos de mi confianza. COMPATIBILIDAD: la percepción de que juntos compartimos antecedentes, intereses y objetivos. BUENA VOLUNTAD: el convencimiento de que los demás se preocupan por mi bienestar.

PREDECIBILIDAD: la certidumbre de que estos actuarán de manera consistente en una variedad de contextos. BIENESTAR: la sensación de que no tendría por qué temerles. INCLUSIÓN: la certeza de que me harán partícipe de sus actividades laborales y sociales. ACCESIBILIDAD: la seguridad de que me compartirán sus verdaderos sentimientos y de que podré identificarme con ellos a nivel personal.

Como podemos constatar en los criterios anteriores, la confianza opera tanto en el nivel emocional como en el cognitivo. Es decir, si confío en ti es porque me siento bien de ponerme en tus manos y porque, además, tengo la certeza de que no habrás de fallarme.

Dennis y Michelle Reina, autores que analizan la confianza en el lugar de trabajo, estipulan que quienes forman parte de una organización deben ser capaces de depender unos de otros para lograr sus objetivos.

“En los tiempos actuales –plantean– tenemos la necesidad de establecer una conexión con los pares; la confianza vuelve dicha conexión posible. Necesitamos entender a los otros y que estos nos entiendan; apoyarnos en sus habilidades y talentos; saber que podemos contar con ellos y que, a la vez, estos pueden fiarse de uno” (op. cit., p. 28, mi traducción). Por ello me permito equiparar a la confianza con un círculo dorado, pues nos incluye a todos por igual.

(Continuará la siguiente semana)

Referencias bibliográficas: Hurley, R. (2012). “The decision to trust”. San Francisco: Jossey-Bass. / Reina, D. y Reina, M. (2012). “Trust & betrayal in the workplace: building effective relationships in your organization”. San Francisco: Berrett-Koehler. 

El círculo dorado de la confianza (parte uno)





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