jueves, 27 de noviembre de 2025

Edificios y ciudades inspiradas en árboles y bosques

Por: AGENCIA EFE • 24 de noviembre, 2025
Edificios y ciudades inspiradas en árboles y bosques

Los árboles centenarios son edificios vivos que respiran, se comunican, distribuyen recursos y gestionan residuos con una eficiencia que haría palidecer a nuestros más sofisticados sistemas urbanos, explica una arquitecta que emplea estas “obras maestras de la naturaleza"

La doctora arquitecta Marlén López, que tiene una importante trayectoria como docente universitaria e investigadora, sigue las lecciones del que ella define como “el mejor asesor conocido, que cuenta con 3 mil 800 millones de años de experiencia y una cantidad innumerable de diseños, estrategias y procesos exitosos en todo el mundo: la naturaleza”.

En el laboratorio Biomimético, que ha cofundado y dirige, localizado en el parque natural de Redes, en Asturias, España, López y su equipo exploran, investigan y diseñan soluciones arquitectónicas, tecnológicas y artísticas basadas en la biomímesis, que consiste en estudiar la naturaleza como fuente de inspiración. 

“La biomímesis puede dar respuestas a nuestros desafíos a través de miles de ejemplos de soluciones biológicas de adaptación. Nuestro desafío, como creativos y técnicos, es transformar algunas de esas estrategias biológicas, en implementaciones sostenibles e innovaciones tecnológicas exitosas”, explica Marlén López a EFE.

López es doctora arquitecta, con estudios en las universidades de A Coruña, Oviedo, Barcelona, Venecia y University College London (UCL); participa en diferentes grupos de investigación de arquitectura, ingeniería y construcción, y está especializada en diseño biomimético (inspirado en la naturaleza y sus formas de vida), sobre el cual también imparte formación.

Naturaleza, la mejor asesora

Una de las áreas en la que López trabaja en su laboratorio Biomimético asturiano es el concepto de “Edificios como árboles, ciudades como bosques”, que explica en un libro con ese mismo título, en el que posiciona a la naturaleza como “mentora y modelo para rediseñar nuestras ciudades y edificios, manteniendo la vida sin agotar los recursos ni hipotecar el futuro”.

En la visión de López, “los edificios funcionan como organismos vivos, respirando, adaptándose al entorno y generando equilibrio dinámico”, mientras que “las ciudades se asemejan a bosques: ecosistemas interconectados donde el aire, el agua, la energía y los desechos fluyen en circuitos cerrados y regenerativos, como las raíces y micorrizas (simbiosis natural entre hongos y raíces de las plantas) de un bosque”.

Para hacer realidad esta visión, López propone un cambio de paradigma: “Mirar el diseño urbano como una extensión de los sistemas naturales” y un enfoque interdisciplinario, en el que arquitectos, biólogos, ingenieros, biotecnólogos, diseñadores, humanistas y químicos colaboren para aprender de la naturaleza y ofrecer soluciones basadas en ese aprendizaje.

Enseñanzas de un árbol centenario

“En los anillos y la corteza de un árbol centenario, en su capacidad para transportar agua desde las raíces más profundas hasta la última de sus hojas, en su habilidad para comunicarse con otros árboles a través de redes subterráneas se esconden lecciones que podrían revolucionar la forma en que construimos nuestras ciudades”, señala la arquitecta.

“Ese árbol es un sistema de ingeniería perfectamente calibrado, una obra maestra de la adaptación que lleva millones de años perfeccionándose, un edificio vivo que respira, se comunica, distribuye recursos y gestiona residuos con una eficiencia que haría palidecer a nuestros más sofisticados sistemas urbanos”, enfatiza.

En la actual era, en que el hormigón y el plástico han usurpado el papel protagonista de la clorofila y la celulosa, López escapó de la urbe y estableció su laboratorio en un remoto valle asturiano, donde, entre hayedos y robledales, rodeada de la sabiduría telúrica acumulada durante eones de evolución, está descifrando el código fuente de la arquitectura natural.

Hoy en día, “nuestros edificios son tercamente estáticos, cuando en lugar de eso podrían respirar, adaptarse y evolucionar. Por otra parte, construimos ciudades que luchan contra la naturaleza en lugar de aprender de ella”, señala esta arquitecta.

Sin embargo, “ya existe la tecnología para crear edificios que funcionen como árboles y ciudades que prosperen como bosques. Solo necesitamos aprender a mirar, a escuchar, a comprender. Solo necesitamos un impulso”, enfatiza.

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Ciudades-esponja inspiradas en humedades

“Si una ciudad enfrenta problemas de inundaciones, podríamos encontrar una solución observando los humedales. Estos ecosistemas, ricos en agua, han desarrollado estrategias para gestionar el exceso de líquido de manera eficiente”, según López.

“Siguiendo su ejemplo, podríamos diseñar ‘ciudades-esponja’, espacios urbanos capaces de absorber y drenar el agua de lluvia de manera natural, reduciendo así los impactos negativos de las precipitaciones intensas”.

“Las ‘ciudades-esponja’ incorporarían elementos como parques inundables, pavimentos permeables, techos verdes y lagunas de retención, que permiten que el agua sea absorbida y filtrada antes de regresar a los cauces naturales”, describe.

Urbes purificadoras, inspiradas en los bosques

“Por otra parte, si deseamos mejorar la calidad del aire en las ciudades, deberíamos fijarnos en la función de los bosques como reguladores naturales. Los árboles capturan contaminantes, liberan oxígeno y regulan la humedad”, prosigue López.

“Siguiendo su ejemplo, podríamos diseñar ciudades con amplias áreas verdes, fachadas vegetales y techos vivos que filtren el aire y reduzcan la contaminación”, explica.

Edificios adaptativos, inspirados en los árboles

“Los edificios inspirados en los árboles, además de capturar agua de lluvia, podrían tener fachadas con sistemas similares a raíces, capaces de absorber el agua y la humedad del aire, y funcionar como un circuito cerrado, filtrando y redistribuyendo el agua de manera continua, imitando procesos naturales como la absorción pasiva y la distribución eficiente a través de tejidos integrados en las paredes”, apunta.

Añade: “Este tipo de tecnología incluiría microalgas o bacterias fotosintéticas que generarían energía y también purificarían el aire y reducirían la contaminación”. 

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